sábado, 25 de octubre de 2014

DIVERSIDAD CULTURAL

EDITORIAL

Podemos afirmar inequívocamente que el presente de nuestras sociedades no puede ser descrito si no se parte de un contexto enmarcado por la “Diversidad”. Claro está que nos referimos a todo tipo de diversidad: de género, de ideología, de religión, de grupos etáreos y un largo etc., sin olvidar la forma particular de diversidad en la que nos centraremos en el presente número de nuestra revista… La Diversidad Cultural.
Ante esto, es importante  aceptar nuestra realidad como “culturalmente diversa” para poder poner en marcha los mecanismos que permitan una convivencia armónica e integrada teniendo en cuenta que integrarnos culturalmente implica construir un nuevo “nosotr@s”, una nueva identidad colectiva que, tanto en lo individual como en lo social, permita sentirnos parte del mismo proyecto, la misma comunidad, el mismo mundo.
El conocimiento de otras culturas es esencial para el establecimiento de un diálogo constructivo entre los pueblos. Dicho conocimiento conlleva una reflexión sobre lo que es común a todos los seres humanos, pero también sobre las diferencias. En la medida en que consideremos la diversidad como riqueza, como patrimonio común y no como obstáculo, seremos capaces de reducir tensiones y convertirlas en una fuerza positiva.
Podremos considerarnos una sociedad pacífica, libre, solidaria y respetuosa ante la diversidad (en otras palabras, una sociedad intercultural), solamente si estamos juntos y a la vez mezclados, manteniendo una escucha abierta y activa, si cuestionamos las verdades absolutas sobre tal o cual realidad cultural.
Todo esto no hace más que poner en evidencia la constante necesidad de desarrollar acciones que destaquen las circunstancias inherentes al proceso migratorio y difundan valores de solidaridad, respeto y tolerancia (que favorezcan el acercamiento intercultural y ayuden a prevenir actitudes de
rechazo). Con tal fin hay que trabajar desde lo que conocemos (“la información” que se nos facilita) y también desde lo que sentimos (“lo afectivo”), factores que orientan nuestras tendencias a la aceptación o el rechazo; sin olvidar por supuesto abordar “la acción”, que plasma nuestros ideales de integración intercultural.
Este es uno de los ejes temáticos que fundamentan la labor de la Asociación Sociocultural DiversaMENTE; esta es una de nuestras metas y de ella queremos haceros partícipes a todos y todas...

¿Os sumáis al reto?

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STAFF de la Revista  digital de DiversaMENTE:
Redacción: Juan Di Pane Sánchez
Corrección: Luz Patricia Silva Peñúñuri y María del Carmen Herrera
Edición: Lights&Audio

INTERCULTURALIDAD Y DERECHOS CIUDADANOS:

La Biblioteca Popular Giner de los Ríos en el Espacio Popular



Por María del Carmen Herrera: Doctora en Cambio social por la Universidad de Salamanca. Máster en Comunicación y Nuevas  Tecnologías aplicadas a la educación. Escritora y académica  especializada en temáticas culturales y  sociales. Desarrolla actividades de docencia y gestión de proyectos en Educación Superior. Socia de DiversaMENTE ASC y DEL ARTE SOMOS.



La cultura es movilidad  pese a los lazos o anclas de la costumbre. Hace unas décadas la globalización modificó el mundo en que vivimos y lo transformó en un espacio multicultural debido a la enorme difusión mediática y a los innumerables desplazamientos humanos.
Dos enfoques asumen esta problemática dentro de las fronteras. Una, más ligada al colonialismo (Sartori, 2001), es la multicultural concebida como la convivencia de grupos variados respetando sus diferencias y cada uno en lo suyo; Estados Unidos es un ejemplo (Sleeter, 2004).  La otra, más posmoderna neo-antropológica, es el modelo intercultural, en el que las culturas diversas interactúan, se afectan y modifican mutuamente incluyendo espacios híbridos. En América Latina abundan ejemplos nacionales de culturas híbridas (García Canclini, 1995; Giménez, 2000). 
Entre estas dos perspectivas teóricas las políticas van y vienen,  hoy el problema reside en que la mayor parte de las situaciones de interculturalidad se configuran no sólo por la diferencia entre culturas desarrolladas separadamente sino por las maneras desiguales en que los grupos se apropian de elementos de varias sociedades, los combinan y los transforman.
En nuestros días, la identidad, aún en amplios sectores populares, es políglota, multiétnica, migrante, hecha con elementos cruzados de varias culturas (García Canclini, 1995). La multiculturalidad no desaparece ni en las pragmáticas estrategias empresariales ya que se adecuan a los mercados locales de consumo, porque el mundo es un mercado diferenciado constituido por capas afines. Es decir, que el concepto de homogeneización tiene esta relatividad cultural como peso. Por ello, Renato Ortiz (1994) prefiere hablar de “nivelación cultural” para aprehender el proceso de convergencia de hábitos culturales, pero preservando las diferencias entre los niveles de vida. Las naciones y las etnias siguen existiendo, pero en muchos casos han dejado de ser para las mayorías las principales productoras de cohesión social.
La reflexión sobre la identidad y la ciudadanía se ha ido situando en un sinfín de transformaciones producto de  la revolución tecnológica en relación con varios soportes culturales y podemos decir que la identidad es una construcción, es política, es actuación y es acción (García Canclini, 1995).
La Biblioteca Popular Giner de los Ríos, en el barrio de San José en Salamanca es un ejemplo de acción ciudadana en busca del acceso igualitario a la cultura, a la lectura en particular para que las diferencias no sean de precipitación y exclusión sino de participación para garantizar el acceso y frenar esos desniveles que las culturas de origen traen como estigma.
Surge hace más de un año en un marco ciudadano y popular cuando el cierre de las bibliotecas de Caja Duero en zonas barriales del extrarradio de la ciudad de Salamanca, fundamentado en la crisis económica, despojaba a grupos ciudadanos diversos de los espacios y fondos de lectura de sus salas. Ello generó un reclamo vecinal de los servicios de acceso a la cultura que implican los libros, esos objetos que la modernidad difundió como joyas de inclusión en el conocimiento, las películas y la tecnología que  ampliaron el mundo y lo pusieron más cercano.
El planteo del movimiento vecinal y sus reivindicaciones produjo la donación institucional de los fondos bibliográficos de la Caja y encaró al Ayuntamiento que se negaba a asumir económicamente la manutención de una biblioteca en una zona urbano-marginal pese a su obligación de garantizar una biblioteca accesible por determinada cantidad de habitantes (Art. 18 y 19, Ley 9/1989, BOE, 1990:2110).

La persistencia y consistencia del movimiento vecinal integró a otros colectivos sociales en la lucha y obtuvo la cesión por parte del Ayuntamiento de un sector del local  sin uso  de la escuela de adultos en San José. Así surgió la Biblioteca Popular Giner de los Ríos en defensa de la cultura en términos ciudadanos, ocupando la responsabilidad política del Estado;  allí se ubicaron los fondos bibliográficos y se inició otra etapa. Grupos de voluntarios se organizaron e integraron comisiones de catalogación, comunicación y actividades, funcionando con un sistema de asamblea de integrantes para avalar decisiones compartidas.
La experiencia fue dando los tonos, dicen los protagonistas,  y así se piensa que los fondos deben renovarse, que falta más fondo infantil, que deben reponerse novedades, etc.  Con el tiempo, la biblioteca funciona y propone actividades al barrio San José y zonas aledañas (El Tormes, La Vega), junto a asociaciones socioculturales, artistas, escritores, bibliotecarios y ciudadanos de a pie hace propuestas para los adultos mayores, jóvenes y niños. La biblioteca funciona con voluntariado, no tiene empleados asalariados para cubrir las funciones, los ciudadanos de buena voluntad realizan tareas de catalogación, servicios de atención al público en defensa del derecho de acceso a la cultura, derecho humano defendido por los habitantes de los barrios de esta ciudad. Numerosas actividades desde cuentacuentos infantiles, clubes de lectura, recitales poéticos, magia, talleres infantiles, educación emocional, ferias, etc., van dando vida a este espacio.
El barrio San José presenta una variedad multicultural, multiétnica y social. Mayoría de españoles, una cuarta parte de etnia gitana, mientras marroquíes y latinoamericanos completan la estadística. Existe una convivencia básica en los grupos sociales diversos, desde sectores profesionales clase media, comerciantes autónomos y sectores de pobreza más dura.
Los usuarios de la biblioteca son en su mayoría niños, también adolescentes convertidos ya en lectores orientados, adultos jóvenes, mujeres  y señores mayores. Los niños y niñas marroquíes suelen ser asiduos concurrentes, los latinoamericanos asisten poco y, sin lugar dudas, la biblioteca es un lugar de apoyo demandado por las instituciones escolares de la zona.
Numerosos son los protagonistas, los ciudadanos que han logrado que el espacio ¡exista y funcione!, que se hayan implicado agentes tan diversos y que trabajen en grupos de consenso construido desde abajo y entre iguales para mantener el derecho universal de acceso a la lectura, que gente de fuera del barrio se haya implicado en el proyecto (donando libros, proponiendo actividades, utilizando el espacio, vendiendo tartas para buscar fondos). Proyecto ciudadano, iniciativa social sin ningún tipo de subvención, ni personal rentado en condiciones y derechos, sobreviviendo por la fuerza de la convivencia e  integración cultural para que nadie se quede fuera.
Hay una tensión propia de las democracias actuales: por un lado, se trata de apoyar y promover la diferenciación, entendida como diversidad cultural, pluralismo en valores y mayor autonomía de los sujetos; por otro lado, se busca recobrar o redinamizar la igualdad, entendida sobre todo como inclusión de los excluidos, sin que ello conlleve a la homogeneidad cultural, a mayor concentración de poder político o a la uniformidad en los gustos y estilos de vida (Hopenhayn, 2002).
La integración sin subordinación pasaría por el doble eje de los derechos sociales y los culturales, en  que una mejor distribución de los activos materiales va de la mano con un acceso más igualitario a los activos simbólicos (información, comunicación y conocimiento). Todo esto con una presencia más equitativa de los múltiples protagonistas socioculturales en la deliberación pública, y con un pluralismo cultural encarnado en normas institucionales (Hopenhayn, 2002). La Biblioteca Popular Giner de los Ríos es producto de la garantía ciudadana ejercida más allá del cumplimiento del deber por parte del Estado.
La globalización hizo que el multiculturalismo se hiciera presente en la realidad;  las fuerzas vivas, los ciudadanos hacen de esa realidad la búsqueda de un espacio intercultural tanto bajo la forma del conflicto como de la promesa de mayor riqueza cultural.-

Bibliografía:
  • García Canclini, Néstor (1995): Consumidores y ciudadanos. México: Grijalbo.
  • García Canclini, Néstor (1995): Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Sudamericana.
  • Giménez, C. (2000): Modelos ante la diversidad cultural: del racismo a la interculturalidad. En Alcina, J. (coord.): Hacia una nueva ideología para el siglo XXI. Madrid: Akal.
  • Hopenhayn, Martín (2002): El reto de las identidades y de la multiculturalidad. Revista OEI, Nº 0, URL, http://www.oei.es/pensariberoamerica/ric00a01.htm#, consultada 23/09/2014.
  • Ley 9/1989 de 30 de noviembre, de Bibliotecas de Castilla y León.  BOE Nº20, 23 de enero de 1990.
  • Ortiz, Renato (1994): Mundializaçao e cultura. Sao Paulo: Brasiliense.
  • Sartori, G. (2001): La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo. Barcelona: Taurus.
  • Sleeter, Christine (2004): El contexto político de la educación multicultural en Estados Unidos. En Cuadernos Interculturales, Año 2, Nº3, septiembre. Chile: Universidad de Valparaíso. 

Comunicación Intercultural

...o “el desafío de empatizar con otras visiones del mundo”.



Por Juan C. Di Pane Sánchez: es Psicólogo, Mediador Intercultural, Técnico en Gestión de la Diversidad, y en Gestión Cultural, Artista Plástico, con formación en Arteterapia, Inteligencia Emocional y Coaching. Coordina talleres de “Apoyo Emocional”, “Sensibilización Intercultural” y de “Desarrollo personal y social a través de las artes” en DiversaMENTE ASC y DEL ARTE SOMOS, entre otras entidades sin animo de lucro.




Hace falta tan solo una simple observación en retrospectiva para comprender que la Cultura debe su existencia y su permanencia a la Comunicación. Incluso podríamos decir que donde preferentemente se manifiesta la cultura es en la interacción comunicativa entre las personas; se edifica mediante dicho proceso y por lo mismo se encuentra en permanente proceso de construcción. Como claro ejemplo de ello contamos con los idiomas, que van cambiando a lo largo del tiempo o con la aparición de los ordenadores, que han facilitado el desarrollo de un nuevo vocabulario anteriormente inexistente.
Si analizamos brevemente el proceso de comunicación, observamos que éste surge con el establecimiento de una transmisión de señales (mensajes) entre una persona o entidad emisora y otra persona o entidad receptora, usando códigos y canales comunes. Los roles de emisor/a receptor/a pueden alternarse constantemente en múltiples combinaciones. El canal es el medio físico por cual que se transmite el mensaje (en la comunicación verbal sería el aire, o en Internet, el ciberespacio y el hardware necesario…).  El código es la forma que toma la información que se intercambia entre la fuente y el destino. Implica la comprensión o decodificación del paquete de información que se transfiere y del contexto (situación o entorno extralingüístico) que influye en éste, nunca exento de ruidos e interferencias que dificultan la comprensión del mensaje.
Entonces, centrándonos en el tema que nos convoca, podemos decir que la comunicación intercultural es el proceso por el cual dos o más personas o grupos culturales distintos, establecen entre sí una interacción mediante el intercambio de mensajes.

Pero la única forma de comprender correctamente culturas distintas a la nuestra, es interpretando sus manifestaciones (sus códigos) según sus propios criterios, sin eliminar nuestro juicio crítico (aunque inicialmente lo dejemos en suspenso hasta que hayamos entendido la complejidad simbólica de sus prácticas culturales); moderando así un inevitable etnocentrismo que nos lleva a interpretar las prácticas culturales ajenas a partir de los criterios de la cultura propia. Si no hacemos este esfuerzo de comprensión, la comunicación intercultural se hará más difícil y aumentará la probabilidad de malentendidos, debido a la presencia de múltiples ruidos.
Según lo dicho hasta ahora, podemos afirmar que cualquier proceso de comunicación podría definirse como “intercultural”, llegando posiblemente a un callejón sin salida donde la calificación de “comunicación intercultural” sea una redundancia. Pero esto se esclarece al constatar la existencia de una graduación en la diferenciación cultural. Así, las formas de pensar, sentir y actuar de distintos colectivos estarán más o menos próximas unas de otras según se compartan o no determinados códigos, por ejemplo: la lengua, creencias religiosas, lazos políticos, etc. Evidentemente cuantos más elementos se compartan, más sencilla será la comunicación entre ellos y en cada circunstancia este proceso tendrá características distintas (de acuerdo con dicha proximidad o lejanía).
Sin embargo, también es útil conocer una serie de factores que podemos implementar para conseguir una comunicación intercultural más eficaz, entre los que destacan:
1)- TENER UNA LENGUA COMÚN: Los seres humanos hemos sido socializados en una determinada comunidad lingüística en la que adquirimos unas competencias comunicativas. Si entramos en contacto con personas que hablan un idioma diferente, es imprescindible establecer un lenguaje común para interactuar. Esta es una condición necesaria pero no suficiente para una óptima comunicación intercultural.
2)- CONOCER LA CULTURA AJENA: También es fundamental un mínimo conocimiento de la otra cultura. La comunicación interpersonal no es simplemente verbal. El factor “no verbal” (espacial, táctil, etc.) tiene gran importancia, por lo que es primordial poder decodificar por ejemplo, el significado del mensaje gestual del interlocutor. Recordemos que la comunicación no es un simple intercambio de mensajes con un sentido incuestionable; un mismo discurso puede tener distintos niveles de lectura, que sólo las personas que conozcan suficientemente la cultura de la cual proviene, pueden alcanzar.
3)- RE-CONOCER LA CULTURA PROPIA: Tomar conciencia de la propia identidad cultural, para repensarla e incluso reestructurarla. En varias ocasiones nuestras interlocuciones están impregnadas de valores que transmitimos sin apenas darnos cuenta. Por eso debemos percatarnos de nuestra perspectiva etnocentrista, repensando así muchos de los axiomas que hasta ahora fundamentaban nuestro punto de vista.
4)- ELIMINAR PREJUICIOS: Esta toma de conciencia debe reflejarse en el lenguaje cotidiano, ya que éste legitima una realidad social, en ocasiones discriminadora. No es fácil eliminar los estereotipos negativos que cada cultura tiene de las demás, como se aprecia en  frases que aun incluimos en nuestros diálogos del día a día (al referirnos por ejemplo: a “Una judiada" como sinónimo de una "acción cruel e inhumana";  a “Una gitanada" como sinónimo de "adulación, halagos o engaños para conseguir lo que uno desea"; o a “Una merienda de negros” como sinónimo de “un lío grande, o un gran desorden”).
5)- SER CAPAZ DE EMPATIZAR: Al relacionarnos con personas de culturas muy distintas puede producirse un "choque cultural", caracterizado no solamente por la incomprensión del comportamiento ajeno, sino también por la aparición de emociones desagradables como desconfianza, incomodidad, ansiedad, preocupación, etc. Para superar este choque es prioritario establecer una  comunicación clara y empática.
La empatía es la capacidad de sentir la emoción que otra persona experimenta, poniéndonos en su lugar para “comprender por qué” siente así y no de otra manera, con el fin de poner en marcha mecanismos que favorezcan la resolución exitosa de la interacción. Esta habilidad es imprescindible para mantener relaciones interpersonales satisfactorias y duraderas.
6)- SABER METACOMUNICARSE: es de esperar que si entre personas de un mismo colectivo se producen incomprensiones, entre personas socializadas en culturas distintas estas sean más frecuentes. Podemos comunicarnos aceptando un cierto grado de malentendidos, pero si estos aumentan, será muy difícil comprendernos y llegar a acuerdos.
Es importante asumir que en la Comunicación Intercultural el malentendido puede ser la norma y no la excepción. Por ello es necesario desarrollar la habilidad de la metacomunicación, es decir: la capacidad de transmitir eficazmente lo que se pretende decir cuando se emite un mensaje. En otras palabras, metacomunicar es hablar del sentido de nuestros mensajes, pero no sólo de lo que significan sino incluso de qué efectos se supone que deberían causar.
En la vida cotidiana funcionamos con una gran cantidad de sobreentendidos, presuposiciones, eufemismos, etc., en los que el sentido no está en el significado literal de la información, sino que es preestablecido y compartido por las y los miembros de un mismo colectivo. En la Comunicación Intercultural dichos sobreentendidos y presuposiciones pueden ser una fuente inagotable de malentendidos, de ruidos en la comunicación (no puedo presuponer que mi interlocutor/a entenderá precisamente lo que no digo explícitamente). Por esa razón no solamente basta con comunicar, sino que en muchas ocasiones es necesario también metacomunicar.

Por ejemplo: si trabajo en una oficina de colocación de empleo y a un o una participante originaria de otra cultura le indicamos que concurra a una reunión, no podemos presuponer que para ella o él quedará claro el mensaje, ya que existen múltiples variables que podrían interpretarse de forma diferente. Conviene indagar sobre su concepto de puntualidad y del manejo del tiempo en general. También, según el tipo de reunión a la que asistirá, reforzar que será más o menos importante que cuide su higiene y aspecto físico, etc. Por lo tanto en lugar de decirle simplemente: “el lunes a las nueve de la mañana te esperan en la empresa ‘X’ para una entrevista de trabajo”; será mejor explicitar otros detalles como: “Este lunes a las nueve de la mañana en punto, debes concurrir a la empresa ‘X’ donde te esperan para mantener una entrevista en la que evaluarán si te dan un trabajo o no, por eso es muy importante que seas puntual, es decir que no llegues después de las 9:00, de lo contrario tendrán una imagen negativa de tu compromiso y tu interés por ese trabajo y también recuerda que es importante ir recién bañado y bien vestido para causar una buena impresión, eso puede ayudar a que consigas el puesto”.
7)- TENER UNA RELACIÓN EQUILIBRADA: La comunicación intercultural no se produce de forma descontextualizada, sino que se da en unas circunstancias determinadas que modifican las características del proceso comunicativo. Por ejemplo, si el diálogo entre ambas personas se hace en la lengua materna de una de ellas, la misa se sentirá mucho más cómoda que la otra. Las “relaciones sociales” suelen ser también “relaciones de autoridad” y esto se refleja en las formas de comunicación. Las partes interlocutoras no siempre están en un plano de igualdad, aunque esto no implica necesariamente un desequilibrio amenazante, sino que actúa de una manera más implícita, por ejemplo: estableciéndose quien es la persona autóctona y cual la extranjera, o quien busca determinada información y quien puede brindarla, o quien necesita ayuda y quien puede cumplir con dicho servicio, etc.
Por eso es necesario establecer las bases para el intercambio cultural, entablando un diálogo dentro de la mayor igualdad posible. Esto no significa ignorar la existencia de posiciones de poder y/o autoridad distintas entre las personas que intervienen, sino reconocerlas e intentar reequilibrarlas. Recordemos siempre que ni el paternalismo ni el victimismo son actitudes adecuadas para el inicio de una comunicación intercultural.
Además de este, debemos mostrarnos siempre en disposición a sortear muchos otros obstáculos que se plantean ante la Comunicación Intercultural, como son:
A)- LA SOBREGENERALIZACIÓN: En nuestra vida cotidiana solemos hablar de los franceses, los musulmanes, los occidentales, etc., utilizando estereotipos que poco tienen que ver con una realidad mucho más compleja. Esta sobregeneralización nos permite una economía mental, ya que ahorra explicaciones. El fijarse atentamente y el intentar descubrir el sentido de las cosas se vuelve innecesario ya que el estereotipo nos permite justificar hasta lo incomprensible: "y bueno... ya sabemos todos como son los musulmanes".
B)- LA IGNORANCIA: A medida que nos relacionamos  con personas de diversas identidades culturales, tomamos conciencia de todo lo que nos queda por conocer y aprender. Como mínimo hay tantas lenguas (o formas de utilizarlas) como grupos culturales existen y es imposible que un ser humano las hable todas.
C)- LA SOBREDIMENSIÓN DE LAS DIFERENCIAS: El constatar la diversidad, no implica cometer el error de sobredimensionar las diferencias culturales. La forma más simple de conocer es comparar, partiendo de un punto de referencia y estableciendo relaciones ("es igual a", "es diferente a", "es parecido a", etc.). En los contactos interculturales es muy frecuente utilizar el método comparativo para describir nuestra experiencia, determinando lo que es común y lo que no. Pero corremos el riesgo de sesgarnos hacia la tendencia de construir a “la otra” o "al otro" como diferente (“ya que se trata de una persona de otra cultura, debe ser distinta”), destacando este aspecto.
A medida que profundizamos las similitudes (inherentes a los seres humanos), se ponen de manifiesto. No se trata de negar la diversidad, sino de situarla en su nivel real. En ocasiones, se contrapone una visión universalista que afirma que “todos y todas somos iguales”, a una relativista que considera que “todos y todas somos distintos”. Pero podemos reducir esta contradicción si aceptamos dicho universalismo en lo referente a nivel más profundo del ser humano y el relativismo a nivel más superficial,  no menos importante.
D)- LA UNIVERSALIZACIÓN DE LO PROPIO: también corremos el riesgo de caer en el otro extremo, universalizar a partir de lo propio y no de lo común, llevándonos al etnocentrismo (por ejemplo: considerar que el modelo “europeo” es el modelo universal de evolución histórica; a partir de este criterio los demás pueblos estarían en los estadios anteriores).
Como vemos, la comunicación intercultural se sitúa en el delicado equilibrio entre lo universal y lo particular, entre lo común y lo distinto. De hecho nos llama a aprender a convivir con la paradoja de que “todas y todos somos iguales y diferentes”.

La manera en que se establecen las relaciones sociales está influenciada por un particular “Ethos Cultural”, constituido por el conjunto de valores de determinado marco o identidad cultural, que define la singular concepción sobre cómo se llevarán a cabo las interacciones personales y/o grupales. Esto no imposibilita que desde un marco cultural se pueda interpretar a otro, ya que el modelo básico de cualquier relación social es el mismo que el de una relación comunicativa y siempre que esté presente la empatía, el deseo de comprendernos y estemos atentos al uso retórico que se hace del lenguaje verbal y no verbal, será factible que dicha comunicación se establezca de forma satisfactoria. La pregunta que cabe entonces es ¿estamos dispuestos a enfrentar tal desafío?



Bibliografía:
  • VVAA: CLAVES PARA LA COMUNICACION INTERCULTURAL.   Editorial: UNIVERSIDAD JAUME I. SERVICIO DE COMUNICACION Y PUBLICACIONES, ISBN: 9788480214308
  • VVAA: CULTURAS CARA A CARA RELATOS Y ACTIVIDADES. Editorial: EDINUMEN 2009, ISBN: 9788495986856.

CRIANZA Y DIVERSIDAD CULTURAL




Por Montserrat Hernández Pérez: Psicóloga, con experiencia en el apoyo psicológico de personas inmigradas y amplia trayectoria coordinando equipos de profesionales que abordan la atención de personas inmigrantes y refugiadas en Organizaciones no Gubernamentales.  Socia de DiversaMENTE ASC.



“En cuestiones de crianza, se aprende observando”

Sin ser un proceso siempre consciente, en todas partes y en todas las épocas, los seres humanos –mayoritariamente- se plantean, en el marco de su proyecto vital como adultos, el tener descendencia.  Por ello y para ello reciben, no siempre de forma explícita, un acervo que les indica todo lo necesario para garantizar la supervivencia de la especie. Sin embargo, también parece claro, apenas miramos más allá de las paredes de nuestra casa, que no siempre se ha tenido la misma idea  al respecto a lo que constituye la adecuada crianza de estos hijos.
La realidad nos confirma que cada familia, cada sociedad y sobretodo, cada cultura tiene una noción idiosincrásica de las características propias de la infancia y de ella se derivan sus consideraciones sobre cómo criarla.
La palabra crianza deriva de creare que significa nutrir y alimentar, y más allá de eso, se refiere al acto de orientar, instruir y dirigir a quienes están comenzando su vida. Esta tarea se ve condicionada por tres influencias:

1) Las pautas de crianza, que se refieren a todas las normas, en las que han sido educados los padres o sus sustitutos, en relación a cómo debe ser ejercido el rol de cuidador. Son patrones que legítimamente son aceptados como una manera de asegurar la supervivencia y desarrollo del niño y con ello de su grupo o cultura. Estas normas, ideas preconcebidas, tienen un significado social compartido por la comunidad de origen en relación a los niños en general y cómo ha de ser su cuidado. Implican un posicionamiento personal en relación a los cuidados básicos, la disciplina, la educación formal, su rol en la familia, etc.
2) Las creencias acerca de la crianza, hacen referencia al conocimiento acerca de cómo se debe criar un niño, a las explicaciones que brindan los padres sobre la forma como encausan las acciones de sus hijos. Confluyen tanto conocimientos prácticos acumulados a lo largo del tiempo (experiencia propia y familiar), como los valores expresados en escalas que priorizan unos frente a otros: autonomía vs dependencia, afectividad vs rigor, imposición de normas o diálogo… Estas creencias determinan el uso de la expresión “portarse bien, portarse mal”, u otra versión mucho más destructiva: “ser bueno/ser malo” y que tienen mucho que ver con lo que creemos que es correcto, con el baremo que utilizamos para medir el comportamiento de nuestros hijos.
3) Las prácticas de crianza, son las acciones concretas que en el marco de la familia, los padres y madres establecen en la relación con sus hijos (cómo les alimentan, cómo les hablan, cómo les expresan afecto, cómo les corrigen). Tiene que ver con las decisiones conscientes que tomamos cada día en relación a la educación de nuestros hijos y cómo las ponemos en marcha en la cotidianidad de sus cuidados p.e. decidir lactar, evitar el llanto de mi hijo en situaciones de frustración, no llevarlo a actividades extraescolares, dar prioridad a la educación musical o al ejercicio físico, etc. Representan lo que decido hacer en mi caso particular y en situaciones concretas.

Qué desarrollos se propician en el niño pequeño depende de las concepciones que los adultos se hacen acerca de su “buen” desarrollo, de las metas, de las potencialidades que se les atribuyen y de cómo suponen que se le debe tratar para formarlo de acuerdo con las expectativas y requerimientos culturales que tienen y comparten.
Queda claro que la crianza entonces está en estrecha relación con las ideas que se tienen del desarrollo infantil, de lo que es ser niño, de la clase social, las costumbres y normas sociales y culturales en las que la familia se desarrolle. Aunque los casos extremos no admiten relativismo cultural, todos sabemos que unos padres que utilicen el castigo físico para corregir la conducta de su hijo, serán más o menos censurados por hacerlo según el grupo cultural de referencia en el que esta conducta sea evaluada. Lo mismo si decide o fomenta el que haga con autonomía  cosas, p.e. un niño que con 8 años toma solo el autobús para ir al colegio puede ser considerado y celebrado como un niño autosuficiente en unas culturas o percibido como un niño al cuidado de unos padres negligentes en otras.
El papel que juega el entorno de crecimiento en el desarrollo infantil se ha estudiado desde la investigación que se desarrolla desde la psicología, la antropología, la sociología. Todas las investigaciones parecen coincidir al momento de reflejar que el ambiente físico, las circunstancias socioculturales en las que se desarrolla, el proceso educativo y, finalmente,  las expectativas y pautas que ofrecen los educadores a lo largo del crecimiento, tienen una  influencia significativa en el desarrollo del niño y en las capacidades y habilidades que es capaz de desarrollar.
Pero más allá de esto, que expresa unos matices que ya vemos en otros ámbitos, deseamos afirmar la necesidad de matizar juicios morales al respecto de una gran espectro de comportamientos de crianza que responden a un acervo cultural que debe tenerse en consideración y no ser interpretado desde los propios referentes culturales.

En la crianza no hay verdades absolutas. La mayor parte de los padres y madres, queremos lo mejor para nuestros hijos. Hacemos algunas cosas bien pero también cometemos errores.  Explorar el marco de nuestras referencias y aprendizajes previos, reconocer nuestro acervo cultural, atrevernos a cambiar a explorar la realidad desde sus matices, compartir, escuchar, observar, no juzgar, puede hacernos crecer como padres y convertirnos en referentes mucho más útiles para nuestros hijos y su desarrollo personal y social.