sábado, 25 de octubre de 2014

CRIANZA Y DIVERSIDAD CULTURAL




Por Montserrat Hernández Pérez: Psicóloga, con experiencia en el apoyo psicológico de personas inmigradas y amplia trayectoria coordinando equipos de profesionales que abordan la atención de personas inmigrantes y refugiadas en Organizaciones no Gubernamentales.  Socia de DiversaMENTE ASC.



“En cuestiones de crianza, se aprende observando”

Sin ser un proceso siempre consciente, en todas partes y en todas las épocas, los seres humanos –mayoritariamente- se plantean, en el marco de su proyecto vital como adultos, el tener descendencia.  Por ello y para ello reciben, no siempre de forma explícita, un acervo que les indica todo lo necesario para garantizar la supervivencia de la especie. Sin embargo, también parece claro, apenas miramos más allá de las paredes de nuestra casa, que no siempre se ha tenido la misma idea  al respecto a lo que constituye la adecuada crianza de estos hijos.
La realidad nos confirma que cada familia, cada sociedad y sobretodo, cada cultura tiene una noción idiosincrásica de las características propias de la infancia y de ella se derivan sus consideraciones sobre cómo criarla.
La palabra crianza deriva de creare que significa nutrir y alimentar, y más allá de eso, se refiere al acto de orientar, instruir y dirigir a quienes están comenzando su vida. Esta tarea se ve condicionada por tres influencias:

1) Las pautas de crianza, que se refieren a todas las normas, en las que han sido educados los padres o sus sustitutos, en relación a cómo debe ser ejercido el rol de cuidador. Son patrones que legítimamente son aceptados como una manera de asegurar la supervivencia y desarrollo del niño y con ello de su grupo o cultura. Estas normas, ideas preconcebidas, tienen un significado social compartido por la comunidad de origen en relación a los niños en general y cómo ha de ser su cuidado. Implican un posicionamiento personal en relación a los cuidados básicos, la disciplina, la educación formal, su rol en la familia, etc.
2) Las creencias acerca de la crianza, hacen referencia al conocimiento acerca de cómo se debe criar un niño, a las explicaciones que brindan los padres sobre la forma como encausan las acciones de sus hijos. Confluyen tanto conocimientos prácticos acumulados a lo largo del tiempo (experiencia propia y familiar), como los valores expresados en escalas que priorizan unos frente a otros: autonomía vs dependencia, afectividad vs rigor, imposición de normas o diálogo… Estas creencias determinan el uso de la expresión “portarse bien, portarse mal”, u otra versión mucho más destructiva: “ser bueno/ser malo” y que tienen mucho que ver con lo que creemos que es correcto, con el baremo que utilizamos para medir el comportamiento de nuestros hijos.
3) Las prácticas de crianza, son las acciones concretas que en el marco de la familia, los padres y madres establecen en la relación con sus hijos (cómo les alimentan, cómo les hablan, cómo les expresan afecto, cómo les corrigen). Tiene que ver con las decisiones conscientes que tomamos cada día en relación a la educación de nuestros hijos y cómo las ponemos en marcha en la cotidianidad de sus cuidados p.e. decidir lactar, evitar el llanto de mi hijo en situaciones de frustración, no llevarlo a actividades extraescolares, dar prioridad a la educación musical o al ejercicio físico, etc. Representan lo que decido hacer en mi caso particular y en situaciones concretas.

Qué desarrollos se propician en el niño pequeño depende de las concepciones que los adultos se hacen acerca de su “buen” desarrollo, de las metas, de las potencialidades que se les atribuyen y de cómo suponen que se le debe tratar para formarlo de acuerdo con las expectativas y requerimientos culturales que tienen y comparten.
Queda claro que la crianza entonces está en estrecha relación con las ideas que se tienen del desarrollo infantil, de lo que es ser niño, de la clase social, las costumbres y normas sociales y culturales en las que la familia se desarrolle. Aunque los casos extremos no admiten relativismo cultural, todos sabemos que unos padres que utilicen el castigo físico para corregir la conducta de su hijo, serán más o menos censurados por hacerlo según el grupo cultural de referencia en el que esta conducta sea evaluada. Lo mismo si decide o fomenta el que haga con autonomía  cosas, p.e. un niño que con 8 años toma solo el autobús para ir al colegio puede ser considerado y celebrado como un niño autosuficiente en unas culturas o percibido como un niño al cuidado de unos padres negligentes en otras.
El papel que juega el entorno de crecimiento en el desarrollo infantil se ha estudiado desde la investigación que se desarrolla desde la psicología, la antropología, la sociología. Todas las investigaciones parecen coincidir al momento de reflejar que el ambiente físico, las circunstancias socioculturales en las que se desarrolla, el proceso educativo y, finalmente,  las expectativas y pautas que ofrecen los educadores a lo largo del crecimiento, tienen una  influencia significativa en el desarrollo del niño y en las capacidades y habilidades que es capaz de desarrollar.
Pero más allá de esto, que expresa unos matices que ya vemos en otros ámbitos, deseamos afirmar la necesidad de matizar juicios morales al respecto de una gran espectro de comportamientos de crianza que responden a un acervo cultural que debe tenerse en consideración y no ser interpretado desde los propios referentes culturales.

En la crianza no hay verdades absolutas. La mayor parte de los padres y madres, queremos lo mejor para nuestros hijos. Hacemos algunas cosas bien pero también cometemos errores.  Explorar el marco de nuestras referencias y aprendizajes previos, reconocer nuestro acervo cultural, atrevernos a cambiar a explorar la realidad desde sus matices, compartir, escuchar, observar, no juzgar, puede hacernos crecer como padres y convertirnos en referentes mucho más útiles para nuestros hijos y su desarrollo personal y social.


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