Por Raquel López Merchán
Licenciada
en Derecho y experta en igualdad y violencia de género. Ha impartido talleres
de empoderamiento a mujeres, y de igualdad y género a distintos colectivos.
Realiza labores de docente sobre la materia.
El verano pasado he leído un libro que me ha dejado marcada: “La Reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada”. Hay quien lo catalogaría como un libro de autoayuda, pero para mí es más bien un libro que te permite pensar y darte cuenta de tantas y tantas cosas.
¿Habéis escuchado el cuento “el
maltrato sutil”? Os animo a que los busquéis y lo escuchéis con detenimiento.
Dice verdades como puños, y hasta aquí puedo leer.
Las mujeres siempre estamos pensando
en complacer a los demás para ser dignas de ser amadas y queridas por las otras
personas; pero siempre se nos olvida querernos a nosotras mismas.
En nuestra cultura está inscrito a
fuego que a las mujeres hay que enseñarles que su color es el ROSA y que son
personas sensibles, amantes de los demás, devotas y pacientes esposas, novias,
compañeras, madres,… Su profesión ideal sería el ser enfermera o cuidadora de
toda aquella persona que se cruzase en su vida, que deben renunciar a todo para
hacer feliz a la familia. No se es una verdadera mujer si no se encuentra
marido y se tienen bebés. Si una mujer se rebela y prefiere crecer
profesionalmente, aparcando temporalmente, o definitivamente, su vida familiar,
no es una verdadera mujer, es una persona egoísta.
Pero no nos damos cuenta que hay
tiempo para todo; pues se puede crecer profesionalmente, siendo realmente buena
en su trabajo, en su labor solidaria, en su vida y, a la vez, ser madre,
esposa, novia, compañera.
Como dice el libro, en primer lugar
debemos dejar de complacer a los demás, de escondernos en lo que nos dicen que
debemos ser, hacer, y ser realmente nosotras mismas, sin envoltorios, tal cual.
Si hay alguien dispuesto a aceptar nuestros pensamientos, nuestras ideas,
nuestras maneras, nuestras creencias, nuestras actitudes y aptitudes, se
quedará a nuestro lado y seremos dos personas compartiendo un proyecto de vida
común, pero a la vez dos seres independientes. Si, por el contrario, se siente
intimidado, no acepta nuestras ideas, nuestra forma de ser y quiere cambiarlo,
simplemente es un caballero de armadura tan oxidada que no ve más allá de sus
narices y tiene miedo, inseguridad.
Prefiero ser una reina, con la
corona bien puesta, una mujer que se acepta tal y como es, sin esconder nada,
auténtica, que dice lo que piensa, lo que siente; antes que una damisela de
diadema floja, que oculta su personalidad por agradar al resto del mundo, que
oculta lo que piensa y lo que siente para no molestar, que no es ella misma
porque prefiere complacer a su hombre o buscar un hombre al que complacer.
Chicas, mujeres, seamos reinas,
seamos nosotras.
muy cierto lo que dices. primero querernos nosotras, luego.....
ResponderEliminarGracias por el comentario. Nos debemos querer, respetar, animar, valorar, ... el resto hay que dejarlo fruir
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