...o “el desafío de empatizar con otras visiones del
mundo”.
Por Juan C. Di Pane Sánchez: es Psicólogo, Mediador Intercultural,
Técnico en Gestión de la
Diversidad, y en Gestión Cultural, Artista Plástico, con
formación en Arteterapia, Inteligencia Emocional y Coaching. Coordina talleres
de “Apoyo Emocional”, “Sensibilización Intercultural” y de “Desarrollo
personal y social a través de las artes” en DiversaMENTE ASC y DEL ARTE SOMOS,
entre otras entidades sin animo de lucro.
Hace falta tan solo una simple observación en
retrospectiva para comprender que la Cultura debe su
existencia y su permanencia a la Comunicación.
Incluso podríamos decir que donde preferentemente se manifiesta la cultura es
en la interacción comunicativa entre las personas; se edifica mediante dicho
proceso y por lo mismo se encuentra en permanente proceso de construcción. Como
claro ejemplo de ello contamos con los idiomas, que van cambiando a lo largo
del tiempo o con la aparición de los ordenadores, que han facilitado el
desarrollo de un nuevo vocabulario anteriormente inexistente.
Si analizamos
brevemente el proceso de comunicación,
observamos que éste surge con el establecimiento de una transmisión de señales
(mensajes) entre una persona o
entidad emisora y otra persona o
entidad receptora, usando códigos y
canales comunes. Los roles de emisor/a –
receptor/a pueden alternarse
constantemente en múltiples combinaciones. El canal es el medio físico por cual que se transmite el mensaje (en
la comunicación verbal sería el aire, o en Internet, el ciberespacio y el
hardware necesario…). El código es la forma que toma la
información que se intercambia entre la fuente y el destino. Implica la
comprensión o decodificación del paquete de información que se transfiere y del
contexto (situación o entorno
extralingüístico) que influye en éste, nunca exento de ruidos e interferencias que dificultan la comprensión del mensaje.
Entonces, centrándonos en el tema que
nos convoca, podemos decir que la comunicación intercultural es el
proceso por el cual dos o más personas o grupos culturales distintos,
establecen entre sí una interacción mediante el intercambio de mensajes.
Pero la única forma de comprender correctamente
culturas distintas a la nuestra, es interpretando sus manifestaciones (sus
códigos) según sus propios criterios,
sin eliminar nuestro juicio crítico (aunque inicialmente
lo dejemos en suspenso hasta que hayamos entendido la complejidad simbólica
de sus prácticas culturales); moderando así un inevitable etnocentrismo que nos
lleva a interpretar las prácticas culturales ajenas a partir de los criterios
de la cultura propia. Si no hacemos este esfuerzo de comprensión, la comunicación
intercultural se hará más difícil y aumentará la probabilidad de malentendidos,
debido a la presencia de múltiples ruidos.
Según lo dicho hasta ahora, podemos afirmar que
cualquier proceso de comunicación podría definirse como “intercultural”,
llegando posiblemente a un callejón sin salida donde la calificación de
“comunicación intercultural” sea una redundancia. Pero esto se esclarece al
constatar la existencia de una graduación
en la diferenciación cultural. Así, las formas de pensar, sentir y actuar
de distintos colectivos estarán más o menos próximas unas de otras según se
compartan o no determinados códigos, por ejemplo: la lengua, creencias
religiosas, lazos políticos, etc. Evidentemente cuantos más elementos se
compartan, más sencilla será la comunicación entre ellos y en cada
circunstancia este proceso tendrá características distintas (de acuerdo con
dicha proximidad o lejanía).
Sin embargo, también es útil conocer una serie de
factores que podemos implementar para conseguir una comunicación intercultural
más eficaz, entre los que destacan:
1)- TENER UNA LENGUA COMÚN: Los seres humanos hemos
sido socializados en una determinada comunidad lingüística en la que adquirimos
unas competencias comunicativas. Si entramos en contacto con personas que
hablan un idioma diferente, es
imprescindible establecer un lenguaje común para interactuar. Esta es una
condición necesaria pero no suficiente para una óptima comunicación
intercultural.
2)- CONOCER LA CULTURA AJENA: También
es fundamental un mínimo conocimiento de la otra cultura. La comunicación
interpersonal no es simplemente verbal. El
factor “no verbal” (espacial, táctil, etc.) tiene gran importancia, por lo
que es primordial poder decodificar por ejemplo, el significado del mensaje
gestual del interlocutor. Recordemos que la comunicación no es un simple
intercambio de mensajes con un sentido incuestionable; un mismo discurso puede
tener distintos niveles de lectura, que sólo las personas que conozcan
suficientemente la cultura de la cual proviene, pueden alcanzar.
3)- RE-CONOCER LA CULTURA PROPIA: Tomar
conciencia de la propia identidad cultural, para repensarla e incluso
reestructurarla. En varias ocasiones nuestras interlocuciones están impregnadas
de valores que transmitimos sin apenas darnos cuenta. Por eso debemos
percatarnos de nuestra perspectiva
etnocentrista, repensando así muchos de los axiomas que hasta ahora
fundamentaban nuestro punto de vista.
4)- ELIMINAR PREJUICIOS: Esta toma de conciencia
debe reflejarse en el lenguaje cotidiano, ya que éste legitima una realidad
social, en ocasiones discriminadora. No es fácil eliminar los estereotipos negativos que cada cultura
tiene de las demás, como se aprecia en
frases que aun incluimos en nuestros diálogos del día a día (al
referirnos por ejemplo: a “Una
judiada" como sinónimo de una "acción cruel e
inhumana"; a “Una gitanada" como sinónimo de "adulación, halagos o
engaños para conseguir lo que uno desea"; o a “Una merienda de negros” como sinónimo de “un lío grande, o un gran
desorden”).
5)- SER CAPAZ DE EMPATIZAR: Al relacionarnos con
personas de culturas muy distintas puede producirse un "choque
cultural", caracterizado no solamente por la incomprensión del
comportamiento ajeno, sino también por la aparición de emociones desagradables
como desconfianza, incomodidad, ansiedad, preocupación, etc. Para superar este
choque es prioritario establecer una
comunicación clara y empática.
La empatía es la capacidad de sentir la emoción que otra
persona experimenta, poniéndonos en su lugar para “comprender por qué” siente
así y no de otra manera, con el fin de poner en marcha mecanismos que
favorezcan la resolución exitosa de la interacción. Esta habilidad es
imprescindible para mantener relaciones interpersonales satisfactorias y
duraderas.
6)- SABER METACOMUNICARSE: es de esperar que si
entre personas de un mismo colectivo se producen incomprensiones, entre
personas socializadas en culturas distintas estas sean más frecuentes. Podemos
comunicarnos aceptando un cierto grado de malentendidos, pero si estos aumentan,
será muy difícil comprendernos y llegar a acuerdos.
Es importante asumir que en la Comunicación
Intercultural el malentendido puede ser la norma y no la
excepción. Por ello es necesario desarrollar la habilidad de la metacomunicación, es decir: la
capacidad de transmitir eficazmente lo que se pretende decir cuando se emite un
mensaje. En otras palabras, metacomunicar
es hablar del sentido de nuestros mensajes, pero no sólo de lo que significan
sino incluso de qué efectos se supone que deberían causar.
En la vida cotidiana funcionamos con una gran
cantidad de sobreentendidos, presuposiciones, eufemismos, etc., en los que el
sentido no está en el significado literal de la información, sino que es
preestablecido y compartido por las y los miembros de un mismo colectivo. En la Comunicación
Intercultural dichos sobreentendidos y presuposiciones pueden
ser una fuente inagotable de malentendidos, de ruidos en la comunicación (no
puedo presuponer que mi interlocutor/a entenderá precisamente lo que no digo
explícitamente). Por esa razón no solamente basta con comunicar, sino que en
muchas ocasiones es necesario también
metacomunicar.
Por ejemplo: si trabajo en una oficina de
colocación de empleo y a un o una participante originaria de otra cultura le
indicamos que concurra a una reunión, no podemos presuponer que para ella o él
quedará claro el mensaje, ya que existen múltiples variables que podrían
interpretarse de forma diferente. Conviene indagar sobre su concepto de puntualidad y del manejo del tiempo en general.
También, según el tipo de reunión a la que asistirá, reforzar que será más o
menos importante que cuide su higiene y aspecto físico, etc. Por lo tanto en
lugar de decirle simplemente: “el lunes a
las nueve de la mañana te esperan en la empresa ‘X’ para una entrevista de
trabajo”; será mejor explicitar otros detalles como: “Este lunes a las nueve de la mañana en punto, debes concurrir a la empresa ‘X’ donde te esperan para
mantener una entrevista en la que evaluarán si te dan un trabajo o no, por eso
es muy importante que seas puntual, es decir que no llegues después de las 9:00, de lo contrario tendrán una imagen negativa de tu compromiso y tu
interés por ese trabajo y también recuerda que es importante ir recién bañado y bien vestido para causar
una buena impresión, eso puede ayudar a que consigas el puesto”.
7)- TENER UNA RELACIÓN EQUILIBRADA: La comunicación intercultural no se produce de forma descontextualizada, sino
que se da en unas circunstancias determinadas que modifican las características
del proceso comunicativo. Por ejemplo, si el diálogo entre ambas personas se
hace en la lengua materna de una de ellas, la misa se sentirá mucho más cómoda que
la otra. Las “relaciones sociales” suelen ser también “relaciones de autoridad”
y esto se refleja en las formas de comunicación. Las partes interlocutoras no
siempre están en un plano de igualdad, aunque esto no implica necesariamente un
desequilibrio amenazante, sino que actúa de una manera más implícita, por
ejemplo: estableciéndose quien es la persona autóctona y cual la extranjera, o
quien busca determinada información y quien puede brindarla, o quien necesita
ayuda y quien puede cumplir con dicho servicio, etc.
Por eso es necesario establecer las bases para el
intercambio cultural, entablando un diálogo dentro de la mayor igualdad
posible. Esto no significa ignorar la existencia de posiciones de poder y/o
autoridad distintas entre las personas que intervienen, sino reconocerlas e
intentar reequilibrarlas. Recordemos siempre que ni el paternalismo ni el
victimismo son actitudes adecuadas para el inicio de una comunicación
intercultural.
Además de este, debemos mostrarnos siempre en
disposición a sortear muchos otros obstáculos que se plantean ante la Comunicación
Intercultural, como son:
A)- LA SOBREGENERALIZACIÓN:
En nuestra vida cotidiana solemos hablar de los franceses, los musulmanes, los
occidentales, etc., utilizando estereotipos que poco tienen que ver con una
realidad mucho más compleja. Esta sobregeneralización nos permite una economía
mental, ya que ahorra explicaciones. El fijarse atentamente y el intentar
descubrir el sentido de las cosas se vuelve innecesario ya que el estereotipo
nos permite justificar hasta lo incomprensible: "y bueno... ya sabemos todos como son los musulmanes".
B)- LA IGNORANCIA: A medida que nos relacionamos con personas de diversas identidades
culturales, tomamos conciencia de todo lo que nos queda por conocer y aprender.
Como mínimo hay tantas lenguas (o formas de utilizarlas) como grupos culturales
existen y es imposible que un ser humano las hable todas.
C)- LA SOBREDIMENSIÓN DE LAS DIFERENCIAS: El constatar
la diversidad, no implica cometer el error de sobredimensionar las diferencias
culturales. La forma más simple de conocer es comparar, partiendo de un punto
de referencia y estableciendo relaciones ("es igual a", "es
diferente a", "es parecido a", etc.). En los contactos
interculturales es muy frecuente utilizar el método comparativo para describir
nuestra experiencia, determinando lo que es común y lo que no. Pero corremos el
riesgo de sesgarnos hacia la tendencia de construir a “la otra” o "al
otro" como diferente (“ya que se
trata de una persona de otra cultura, debe ser distinta”), destacando este
aspecto.
A medida que profundizamos las similitudes (inherentes
a los seres humanos), se ponen de manifiesto. No se trata de negar la
diversidad, sino de situarla en su nivel real. En ocasiones, se contrapone una
visión universalista que afirma que “todos y todas somos iguales”, a una
relativista que considera que “todos y todas somos distintos”. Pero podemos
reducir esta contradicción si aceptamos dicho universalismo en lo referente a
nivel más profundo del ser humano y el relativismo a nivel más superficial, no menos importante.
D)- LA UNIVERSALIZACIÓN DE
LO PROPIO: también corremos el riesgo de caer en el otro extremo, universalizar
a partir de lo propio y no de lo común, llevándonos al etnocentrismo (por
ejemplo: considerar que el modelo “europeo” es el modelo universal de evolución
histórica; a partir de este criterio los demás pueblos estarían en los estadios
anteriores).
Como vemos, la comunicación intercultural se sitúa
en el delicado equilibrio entre lo universal y lo particular, entre lo común y
lo distinto. De hecho nos llama a aprender a convivir con la paradoja de que
“todas y todos somos iguales y diferentes”.
La manera en que se
establecen las relaciones sociales está influenciada por un particular “Ethos
Cultural”, constituido por el conjunto de valores de determinado marco o
identidad cultural, que define la singular concepción sobre cómo se llevarán a
cabo las interacciones personales y/o grupales. Esto no imposibilita que desde
un marco cultural se pueda interpretar a otro, ya que el modelo básico de
cualquier relación social es el mismo que el de una relación comunicativa y
siempre que esté presente la empatía, el deseo de comprendernos y estemos
atentos al uso retórico que se hace del lenguaje verbal y no verbal,
será factible que dicha comunicación se establezca de forma satisfactoria. La
pregunta que cabe entonces es ¿estamos dispuestos a enfrentar tal desafío?
Bibliografía:
- VVAA: CLAVES PARA LA COMUNICACION
INTERCULTURAL. Editorial: UNIVERSIDAD JAUME I.
SERVICIO DE COMUNICACION Y PUBLICACIONES, ISBN: 9788480214308
- VVAA: CULTURAS CARA A CARA
RELATOS Y ACTIVIDADES. Editorial: EDINUMEN 2009, ISBN: 9788495986856.