Una experiencia intercultural en Ecuador.
Entrevista.
Raquel López Merchán, quien ocupa el cargo de Secretaria de nuestra
asociación, es abogada y especialista en Género e Igualdad de Oportunidades.
Para finalizar la investigación de su Doctorado ha hecho un trabajo de campo
que le ha permitido vivir en primera persona los puntos de encuentro y los de
divergencia a nivel transcultural sobre la realidad de las mujeres españolas y
las mujeres ecuatorianas.
Con el fin de compartir toda la riqueza obtenida de tal experiencia, nos hemos reunido con ella para que nos cuente sus vivencias en Bahía de Caraquez.
Hoy os las transmitimos.
D: ¿Qué te
llevó a Ecuador?
R: Al final fueron mis
estudios los que me han llevado a Ecuador. Después de años de anhelo y sueños,
de conversaciones y de números, finalmente, sin planear tanto, sin pensarlo
apenas, llegué para vivir la “aventura” con la que tanto soñé.
Mi destino preciso fue
Bahía de Caraquez, ciudad perteneciente a la provincia de Manabí, localidad costera
donde confluye un anchísimo río, el Chone, y el Océano Pacífico.
D: ¿Y qué
tal te recibieron?
R: Llegué un miércoles y
desde el minuto cero, me hicieron sentir una ecuatoriana más, una costeña que
no parecía española por su color de piel, su acento dulce y su rápida
adaptación al horario, al clima y a la ciudad.
Allí las personas te
acogen con los brazos abiertos: siempre te reciben con una sonrisa, un beso (si
les das dos se extrañan) y un abrazo. El saludo “buen día” siempre está
presente, acompañado de una sonrisa. Están predispuestos a enseñarte,
acompañarte y echarte una mano.
Es maravilloso llegar a
un lugar desconocido, a una ciudad con una cultura distinta, donde sólo conoces
a una persona, quien te acompaña, y que todo el mundo esté pendiente de ti,
interesándose por cómo te encuentras, cuánto tiempo te quedas y que esté
dispuesto a ayudarte, a responder a todas tus preguntas, a aconsejarte a dónde
ir, qué visitar. De pronto, dejas de ser “Raquel”, para convertirte en la “niña
Raquelita”.
D: ¿Algo
te impresionó de forma menos positiva?
R: Existe un problema,
por llamarlo de algún modo: el “quemeimportismo”. Creo que en España lo
llamaríamos “pasotismo” o “conformismo”. Conformismo con lo que tenemos,
conformismo con lo que nos ha tocado vivir, conformismo ante las desigualdades,
pasotismo ante la vulneración de derechos.
Pero en esta ciudad, de
unas 15.000 personas, donde la desigualdad económica se ve según caminas por
sus calles, donde los contrastes son tan visibles, también existe un espacio
para el compromiso, la ayuda, la solidaridad y el trabajo en equipo.
D: ¿Y sobre
el rol femenino, que diferencias has percibido?
R: En todo el mundo siempre
hemos escuchado, nos han enseñado, que la mujer es el sexo débil, que necesita
a todas
horas y en todo lugar protección y ayuda. En esta localidad costera he
descubierto la fuerza de algunas mujeres. Féminas que luchan por aportar e
inculcar unos valores a los/as más pequeños/as, por conseguir que la
desigualdad vaya a menos, por lograr una ciudad más acogedora y que se valga
por ella misma para crecer.
Un punto de reunión de
estas mujeres es el Movimiento de Mujeres “La Merced”, el cual se reúne en la
Parroquia de la Virgen de la Merced. En él se acoge a toda aquella que necesite
ayuda, sea víctima de violencia de género o no. Se las capacita para que sean
autosuficientes y que no dependan de los hombres. Se las acompaña en los
procesos de denuncia, de abandono del hogar,… y después, tienen un espacio
donde compartir, recibir apoyo y asesoramiento.
Este movimiento trabaja
conjuntamente con el Movimiento de Mujeres por la Justicia, con reuniones a
nivel nacional para tratar el tema del papel de la mujer en el país y crear
estrategias para que su labor sea reconocida, al igual que sus derechos.
Haciendo una comparación
entre las mujeres españolas y ecuatorianas, podemos decir que las segundas, las
mujeres que viven en la costa (en Bahía de Caraquez), son entrañables, cálidas,
acogedoras, dispuestas a tenderte la mano, con una sonrisa siempre dibujada.
Son luchadoras, comprometidas y trabajadoras… Pero muchas de ellas, practican
el “quemeimportismo” del que ya hablamos. Aceptan lo que les viene sin plantarse,
sin luchar. Y eso se lo están inculcando a la juventud, que será la encargada
de gobernarles y que trabajará para mantener el mundo y salir adelante.
He comprobado que a
muchas personas, jóvenes y no tan jóvenes, les cuesta pensar, reflexionar, pues
requiere de un esfuerzo. Plantearnos las cosas, retar, no estar de acuerdo y
decirlo, luchar por lo que creemos, por defender nuestra opinión -desde el
respeto siempre- es algo que requiere un esfuerzo, que precisa de movimiento,
entrega, lucha y gastar energía sin obtener, quizás, una respuesta rápida.
Quizás en el Ecuador la
sociedad sea más tranquila, más calmada, más conformista; pero no todo el mundo
es así. Con más paciencia de la que debiera, las cosas cambian al existir
personas que no se conforman y abogan por una sociedad más igualitaria.
D.
Entonces ¿notas que en España se ha avanzado un poco más en temas de género?
R: Tal vez.
Pero, en la actualidad, estamos viendo que las desigualdades cada vez son más
palpables y evidentes en un país considerado del primer mundo. Ambas
sociedades, ambas culturas debemos aprender la una de la otra.
En Ecuador deben
aprender a valorar la importancia de la cultura, del pensamiento, de la
educación, de la formalidad. En España tenemos que aprender de la cercanía, del
acogimiento, de la capacidad de recibir a las personas y ayudarlas desde el
primer momento, confiar en la gente, en el lado bueno de las personas.
Somos dos culturas
distintas, pero somos iguales porque ambas vivimos en “un lugar llamado mundo”,
donde es mejor trabajar en equipo que de forma individual.
D: Para
terminar…. ¿Con que te quedas de la experiencia?
R: Me quedo con tantas
cosas… La amistad, la acogida, el carácter tranquilo y afable de las personas
(sobre todo de las mujeres), la tranquilidad que aporta un océano embravecido,
la sonrisa de quien pasa a tu lado, las risas y los juegos de los/as niños/as,
las ganas de comprometerse de quien quiere que su ciudad evolucione y crezca,
la solidaridad y el trabajo de todas aquellas personas que luchan por la
igualdad.
Me llevo mucho; me llevo
las ganas de regresar, la certeza de que volveré. Porque quizás, a pesar de
haberme puesto brava en alguna ocasión, ya sea una ecuatoriana de corazón, ya
sea una “bahíeña” y esté dispuesta a aportar mi granito de arena para que esta
sociedad ecuatoriana y española cambien, de a poquito, sin parar, de forma
constante.
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