Por Montserrat Hernández Pérez: Psicóloga, con experiencia en el apoyo psicológico de personas inmigradas y amplia trayectoria coordinando equipos de profesionales que abordan la atención de personas inmigrantes y refugiadas en Organizaciones no Gubernamentales. Socia de DiversaMENTE ASC.
“En cuestiones
de crianza, se aprende observando”
Sin ser
un proceso siempre consciente, en todas partes y en todas las épocas, los seres
humanos –mayoritariamente- se plantean, en el marco de su proyecto vital como
adultos, el tener descendencia. Por ello
y para ello reciben, no siempre de forma explícita, un acervo que les indica
todo lo necesario para garantizar la supervivencia de la especie. Sin embargo, también
parece claro, apenas miramos más allá de las paredes de nuestra casa, que no siempre se ha tenido la misma idea al respecto a lo que constituye la adecuada crianza de estos hijos.
La
realidad nos confirma que cada familia, cada sociedad y sobretodo, cada cultura
tiene una noción idiosincrásica de las características propias de la infancia
y de ella se derivan sus consideraciones sobre cómo criarla.
La palabra crianza deriva de creare que significa nutrir y alimentar, y
más allá de eso, se refiere al acto de orientar, instruir y dirigir a quienes
están comenzando su vida. Esta tarea se ve condicionada por tres influencias:
1) Las
pautas de crianza, que se refieren a todas las normas, en las que han sido
educados los padres o sus sustitutos, en relación a cómo debe ser ejercido el
rol de cuidador. Son patrones que legítimamente son aceptados como una manera
de asegurar la supervivencia y desarrollo del niño y con ello de su grupo o
cultura. Estas normas, ideas preconcebidas, tienen un significado social compartido
por la comunidad de origen en relación a los niños en general y cómo ha de ser su
cuidado. Implican un posicionamiento personal en relación a los cuidados
básicos, la disciplina, la educación formal, su rol en la familia, etc.
2) Las
creencias acerca de la crianza, hacen referencia al conocimiento
acerca de cómo se debe criar un niño, a las explicaciones que brindan los
padres sobre la forma como encausan las acciones de sus hijos. Confluyen tanto
conocimientos prácticos acumulados a lo largo del tiempo (experiencia propia y
familiar), como los valores expresados en escalas que priorizan unos frente a
otros: autonomía vs dependencia, afectividad vs rigor, imposición de normas o
diálogo… Estas creencias
determinan el uso de la expresión “portarse
bien, portarse mal”, u otra versión mucho más destructiva: “ser
bueno/ser malo” y que tienen mucho que ver con lo que creemos que es correcto,
con el baremo que utilizamos para medir el comportamiento de nuestros hijos.
3) Las
prácticas de crianza, son las acciones concretas que en el marco de la
familia, los padres y madres establecen en la relación con sus hijos (cómo les
alimentan, cómo les hablan, cómo les expresan afecto, cómo les corrigen). Tiene
que ver con las decisiones conscientes que tomamos cada día en relación
a la educación de nuestros hijos y cómo las ponemos en marcha en la
cotidianidad de sus cuidados p.e. decidir lactar, evitar el llanto de mi
hijo en situaciones de frustración, no llevarlo a actividades extraescolares,
dar prioridad a la educación musical o al ejercicio físico, etc. Representan lo
que decido hacer en mi caso particular y en situaciones concretas.
Qué
desarrollos se propician en el niño pequeño depende de las concepciones que los
adultos se hacen acerca de su “buen” desarrollo, de las metas, de las
potencialidades que se les atribuyen y de cómo suponen que se le debe tratar
para formarlo de acuerdo con las expectativas y requerimientos culturales que
tienen y comparten.
Queda claro que la crianza entonces
está en estrecha relación con las ideas que se tienen del desarrollo infantil, de
lo que es ser niño, de la clase social, las costumbres y normas sociales y
culturales en las que la familia se desarrolle. Aunque los casos extremos no
admiten relativismo cultural, todos sabemos que unos padres que utilicen el
castigo físico para corregir la conducta de su hijo, serán más o menos censurados
por hacerlo según el grupo cultural de referencia en el que esta conducta sea
evaluada. Lo mismo si decide o fomenta el que haga con autonomía cosas, p.e. un niño que con 8 años toma solo
el autobús para ir al colegio puede ser considerado y celebrado como un niño
autosuficiente en unas culturas o percibido como un niño al cuidado de unos
padres negligentes en otras.
El papel
que juega el entorno de crecimiento en el desarrollo infantil se ha estudiado
desde la investigación que se desarrolla desde la psicología, la antropología,
la sociología. Todas las investigaciones parecen coincidir al momento de
reflejar que el ambiente físico, las circunstancias socioculturales en las que
se desarrolla, el proceso educativo y, finalmente, las expectativas y pautas que ofrecen los
educadores a lo largo del crecimiento, tienen una influencia significativa en el desarrollo del
niño y en las capacidades y habilidades que es capaz de desarrollar.
Pero más
allá de esto, que expresa unos matices que ya vemos en otros ámbitos, deseamos
afirmar la necesidad de matizar juicios morales al respecto de una gran
espectro de comportamientos de crianza que responden a un acervo cultural que
debe tenerse en consideración y no ser interpretado desde los propios referentes culturales.
En la
crianza no hay verdades absolutas. La mayor parte de los padres y madres, queremos
lo mejor para nuestros hijos. Hacemos algunas cosas bien pero también cometemos
errores. Explorar el marco de nuestras
referencias y aprendizajes previos, reconocer nuestro acervo cultural,
atrevernos a cambiar a explorar la realidad desde sus matices, compartir, escuchar,
observar, no juzgar, puede hacernos crecer como padres y convertirnos en
referentes mucho más útiles para nuestros hijos y su desarrollo personal y
social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario